Nick Rosenheim 15 de septiembre de 2018
La intención de la práctica espiritual es desplazarse hacia un estado continuo de involucramiento incondicional con la vida. Una de las primeras cosas que notamos al orientarnos hacia un camino de práctica es la resistencia que lo bloquea. Muchas veces, cuando la gente describe la resistencia habla de cómo se siente bloqueada, detenida o separada de sí
misma. Una manera como se manifiesta la resistencia es apretando el cuerpo; especialmente el estómago, cuello y pecho. Esta barrera de resistencia es la respuesta natural de nuestro cuerpo al miedo. Cuando nos sentimos amenazados, el cuerpo se restringe para defenderse y protegerse.
El miedo es la reacción al sufrimiento potencial pronosticado por nuestra mente. Ya sea miedo a morir, a ser despedidos del trabajo, el rechazo social o la pérdida de una relación, nunca tiene sus raíces en el presente; siempre es de algo que todavía no existe. Como el miedo vive en nuestra imaginación, el aprender a arraigar nuestra mente en presencia del momento actual lo desvanece. De tal modo que el primer paso para liberar el miedo es volverse hacia él con valor, así, en este momento.
En materia del miedo y la vida, en última instancia tenemos una elección, ¿queremos correr hacia él y profundizar nuestro involucramiento con lo que verdaderamente está aquí, o huir de él? Mucha gente, incluyéndome a mí mismo cuando inicié la práctica, siente que el voltearse a mirar directamente el dolor que está detrás de nuestro sufrimiento será demasiado, algo imposible de soportar. Que simplemente no podemos con el monstruo del que hemos huido durante tantos años. Y debido a este miedo a sentirnos rebasados, ponemos nuestra atención en otro lugar. En ese momento de evasión nuestra atención se desplaza desde la presencia conectada de este momento hacia un sentido separado de sí mismo basado en el miedo y que vive en el pasado y en el futuro. Esencialmente, nos desplazamos de vivir con vida a vivir en el pensamiento. Qué impresionante que este sutil cambio del momento hacia la mente sea la raíz de nuestro sufrimiento.
Desde este lugar desconectado de la seguridad de la presencia eterna, nos vamos directamente de regreso a nuestro cuerpo de miedo, y como el cuerpo de miedo duele, empieza la búsqueda de un alivio. Buscamos prácticamente cualquier cosa suficientemente intensa para darnos pequeñas porciones de alivio temporal. Muchas veces se encuentra esta intensidad en las relaciones románticas, películas o programas de TV, las drogas, el sexo o el trabajo. No hay nada malo en todas estas cosas, pero no son suficiente para sustituir la presencia como medio primario de nuestra felicidad.
Este ciclo de evitar lo que está aquí para buscar externamente la tranquilidad refuerza inexorablemente la sujeción a nuestro sufrimiento. Lo que realmente estamos buscando y no logrando encontrar externamente es la intensidad profunda, cálida e inagotable de la verdadera naturaleza que
se encuentra en nuestro núcleo. Pero para llegar ahí tenemos que reunir el coraje para permanecer en el dolor de este momento presente mientras dirigimos nuestra intención hacia nuestra más profunda verdad intuitiva. En nuestra travesía intencionalmente hacia dentro enfrentamos, y con el tiempo atravesamos, los lazos superficiales de las ataduras del miedo y la resistencia, avanzando hacia la fuerza rica, segura y extática de vida... Así que todo se reduce a una sencilla pregunta: ¿Quisieras realmente vivir tu vida, o evitarla?