Camy Lazaro, 28 de Octubre de 2018
El punto de vista desde donde Mindfulness nos invita a mirar hacia nosotros mismos y al mundo existe desde hace miles de años. En el pasado era un conocimiento hermético, reservado solamente para unos pocos. En la actualidad, la cultura occidental lo ha desnudado de cualquier contenido religioso, entendiéndolo como una actitud frente a la vida, que integra la práctica del prestar atención a la experiencia, sin juzgarla, sin evaluarla ni reaccionar a ella, independientemente que se presente agradable o desagradable.
"Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio se halla nuestro poder de elegir la respuesta. En nuestra respuesta se basa nuestro crecimiento y nuestra libertad” -- Victor Frankl.
La práctica de Mindfulness amplía ese espacio, en donde se podrían sembrar semillas que generen herramientas para tomar decisiones libremente y vivir de manera plena y feliz.
Asomarse a la posibilidad de hacer de la mente nuestro siervo y no nuestro dueño es el camino a romper con las cadenas ciegas de la compulsión. Estar atrapado en el aspecto indeciso y dual de la mente: Tendría que decir sí o no? Seré capaz o no? Merece la pena o no? La única forma de salir del dilema es seguir a tu corazón, si puedes encontrarlo. Porque la mente no está diseñada para sacarte de la indecisión, el miedo, la vulnerabilidad, la morada de tu libertad reside en tu corazón.
Y dado que la consciencia consciente de sí misma es una, todos tus condicionamientos podrán destruir a lo sumo su periferia. Y el centro continúa intocado. Gracias a eso que continúas con vida, gracias a que tu alma sigue habitando tu corazón.
La práctica de observarte y observar el mundo desde la compasión, desde la aceptación sin reacción automatizada de la experiencia a cada paso, sin juicios, te lleva a tocar la vida profundamente en cada momento para que puedas encontrar tu corazón, en cada paso.