By Joe Rosenheim, 8 de Jenero, 2019
Según el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos, en 2014, 20.2 millones de adultos tenían un problema adictivo con alguna sustancia y de estos, casi el 40% padecía una enfermedad mental concurrente — una tasa de enfermedad mental mucho más alta que la de la población en general. Esto sugiere que a menudo la adicción surge de factores psicológicos más profundos o complicados.
Yo argumentaría, de hecho, que todas las adicciones surgen de una ruptura psicológica más profunda. Y también que lo contrario es cierto (y esta es una idea algo más radical): que la adicción es invariablemente parte integral de una enfermedad psicológica, incluso cuando tal enfermedad no se manifiesta como una compulsión obvia.
Entonces, ¿dónde está el traslape? Los problemas psicológicos comunes -tales como la depresión, la ansiedad y la obsesión- son condiciones que aligual que la adicción, implican estar atrapados en patrones mentales repetitivos: nos lamentamos de los eventos pasados o nos preocupamos por los futuros. De esta forma quedamos atrapados en el malestar y la agitación y, en el caso de la adicción, obsesionados con el próximo consumo. Ofuscados en estos patrones de pensamiento nos desconectamos de las personas y de las cosas, dejamos de sentirnos curiosos, comprometidos y en última instancia, vivos.
Esta es sin duda, una interpretación un tanto "espiritual" de la adicción y la enfermedad mental, es decir, implica verlas como un problema energético más profundo, y no sólo como un síntoma de una bioquímica incorrecta.
Al mismo tiempo, toda enfermedad mental (incluida la adicción), crece y llega a manifestarse social, conductual, psicológica y fisiológicamente. Así, el tratamiento de cualquier enfermedad mental o problema de personalidad tiene que considerar el espectro completo de la persona. Ello significa restaurar al cerebro y al cuerpo físico a través de una nutrición adecuada, suplementos y ejercicio, al mismo tiempo que se impulsa al individuo a instaurar nuevas “rutas psíquicas” a través del cambio de hábitos, la terapia psicológica y otras formas de introspección y auto-exploración.
Esta es la fórmula que utilizamos en Inscape, no solo como un tratamiento para la adicción, sino también para la depresión, la ansiedad o cualquier enfermedad mental o problema de personalidad. Y es que finalmente no estamos tratando ninguna condición específica, sino a la persona que está afligida. Este enfoque reconoce la seriedad del problema, pero al mismo tiempo afirma su naturaleza personal, así como el poder (quizá latente) del individuo para enfrentarlo valerosamente, liberarse de su dominio y llegar a trascenderlo.
Fuentes: www.nimh.nih.gov/health/topics/substance-use-and-mental-health/index.shtml